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"Trompismo, trapos y trauma": La moda como campo de batalla ideológico, según Miguel Rodríguez Casellas

  • Writer: El Vigia
    El Vigia
  • Mar 21
  • 3 min read

En el más reciente episodio del acostumbrado segmento sociocultural de los viernes, el analista y académico Miguel Rodríguez Casellas nos llevó por un desfile de alta costura política, donde la moda dejó de ser frívola y se convirtió en un espejo de nuestras ansiedades colectivas. ¿Uniformes nazis, camisas MAGA, la barba de Elon Musk y los calzoncillos de Bad Bunny? Todo eso y más en una conversación donde la moda se convierte en ideología, resistencia y hasta grito de guerra (con mucho delineador).


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MAGA no es solo un sombrero feo

Rodríguez Casellas inició su análisis comparando los uniformes del fascismo clásico —léase, nazismo con diseño de Hugo Boss— con los atuendos actuales del movimiento MAGA. Y sí, si pensaba que esos polos rojos chillones eran solo mal gusto, prepárese: según Miguel, son parte de un entramado simbólico que comunica orden, obediencia y una masculinidad tóxica con estética de mecánico de serie B.

“No solo violentan derechos humanos, violentan la estética. Y eso, para mí, es el pecado original”, soltó con su inconfundible mezcla de sarcasmo y academia.

Cuatro estilos, una ideología

Rodríguez Casellas identificó cuatro categorías fashion-fascistas dentro del espectro conservador actual:

  1. Hiperfeminidad plástica: Mujeres MAGA con maquillaje permanente, ropa apretada y una juventud eterna manufacturada en clínicas estéticas. “Es como si Barbie se hubiera unido a una secta”.

  2. Fundamentalismo textil: La “fundamentecatería” —como la llama Miguel— consiste en vestirse como si el cuerpo fuera pecado y la tela, redención. Tonos apagados, ropa ancha y cero curvas. “Es ropa que grita: mi cuerpo me da vergüenza y el tuyo es una amenaza".

  3. Country Club Genérico™: Politos, khakis, y ese look de "acabo de bajarme del carrito de golf en Georgia". Según Miguel, es un uniforme que grita “soy blanco, soy rico, y tú no”. “Desabrido, feo, y encima pretencioso”, sentenció.

  4. Utilitarianismo paramilitar: Aquí entra Elon Musk, con sus trajes de mecánico chic y su hijo en la Casa Blanca vestido de mini Rambo. “Es el fascismo tech, el que viene con WiFi, pero sin alma”.

Puerto Rico: Entre el pantalón corto y la chaqueta en el muslo

El análisis no se quedó en el norte. Rodríguez Casellas viró la mirada hacia casa y abordó la moda como resistencia cultural en Puerto Rico.


Denunció el clasismo y la imposición de códigos de vestimenta que aún hoy penalizan el uso del pantalón corto (sí, aunque estemos a 90 grados). Recordó cuando lo obligaron a cubrirse con una chaqueta en las piernas para entrar al teatro: “Me tazaron como si fuera una pierna de jamón serrano”.


Frente a eso, elogió la irreverencia de la juventud, que se expresa libremente en su vestimenta, retando normas de género, clase y estética. Y, por supuesto, lanzó flores —y brillantina— a Bad Bunny, cuyo uso del vestuario lo considera una forma de discurso político:

“Cuando Bad Bunny se pone un calzoncillo para una campaña global, no solo vende ropa interior, está mandando a la porra medio siglo de imposiciones coloniales sobre el cuerpo masculino boricua”.

El estilo como rebelión

Rodríguez Casellas concluyó que, aunque sectores conservadores insisten en uniformar al país —literal y metafóricamente—, la moda puede ser una herramienta de liberación. Desde la barba como símbolo de resistencia hasta el pantalón corto como acto revolucionario, vestirse bien ya no es una cuestión de etiqueta, sino de identidad.

“Porque sí: en Puerto Rico nos gusta vernos bien, pero también nos gusta vernos libres”.

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