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Opinión: “Más allá del control remoto: el costo humano de la guerra”

Desde la comodidad de un sofá, con un control remoto en mano, parece fácil tener opiniones sobre conflictos bélicos que ocurren a miles de kilómetros de distancia. Sin embargo, es crucial reconocer que opinar sin tener un conocimiento profundo de la historia, las causas, y los efectos de estos conflictos, puede perpetuar malentendidos y simplificaciones de situaciones extremadamente complejas.


Los conflictos en regiones como Gaza, y otros, son constantemente cubiertos por los medios de comunicación, cada uno con su propia línea editorial. Es importante entender que no todos los medios presentan los hechos de manera imparcial; muchos seleccionan las historias y los enfoques que desean resaltar, impulsados por intereses propios y, a menudo, dejan de lado aspectos humanos profundos y vitales.


Una persona que admiro y respeto por su integridad como persona y que dice las cosas como las piensa me sugirió escribir sobre los daños colaterales de estos conflictos, especialmente en lo que respecta a los niños y las familias. Los niños sufren enormemente en estas situaciones; pierden sus escuelas, su seguridad, y, en muchos casos, a sus seres queridos. Las estadísticas de mortalidad y heridas entre niños durante conflictos son estremecedoras y reflejan una tragedia que rara vez recibe la atención que merece.


Además de las pérdidas físicas, el impacto psicológico en las familias y comunidades también es devastador. Los traumas generados pueden durar generaciones, perpetuando ciclos de pobreza, violencia y sufrimiento. Es fácil pasar por alto estos aspectos desde nuestras cómodas posiciones, pero debemos recordar que cada víctima es un ser humano invaluable, un hijo de Dios.


Es inverosímil que, con tantos adelantos tecnológicos y conocimiento acumulado, aún no logremos entender que el mundo es un lugar para vivir y compartir en paz. La paz no es solo la ausencia de guerra, sino un estado en el que todos tienen la oportunidad de prosperar y vivir en dignidad.


Es hora de centrar nuestras voces en las injusticias, de educarnos más allá de los titulares y buscar fuentes de información diversas y fidedignas. Comencemos conversaciones más profundas que nos permitan ver a todas las partes involucradas como seres humanos con la misma intrínseca dignidad.


Promover la paz es una tarea ardua que comienza por la empatía, la educación y la acción justa. Todos, sin importar nuestras diferencias, merecemos vivir en un mundo donde podamos realizar nuestros sueños y desarrollar nuestro potencial en paz y seguridad. Al compartir estos pensamientos en las redes sociales o en cualquier plataforma, podemos ayudar a generar concienciación y compasión, dos elementos esenciales para crear un cambio duradero.



Luis Antonio Rivera es un destacado planificador licenciado y psicólogo, conocido por su papel como exalcalde del municipio de Comerío, Puerto Rico, desde 1992 hasta el 2000. Durante su mandato, trabajó en diversas iniciativas para el desarrollo y mejoramiento de la infraestructura local, enfocándose en proyectos que promovieran el bienestar social y económico de la comunidad. Su formación como psicólogo le permitió abordar los desafíos de la alcaldía con una perspectiva centrada en las necesidades humanas y el desarrollo comunitario. Además de su carrera política, Rivera ha sido reconocido por su dedicación a la planificación urbana y la psicología, combinando su experiencia en ambas áreas para contribuir al progreso de Puerto Rico.

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